miércoles, 22 de abril de 2009

El crimen de Humbolt 7. Ramón Pérez Cabrera

Ramón Pérez Cabrera, Arístides. De Palacio Hasta Las Villas.
Edición digital: http://www.lulu.com/content/688625

Después del fallido intento de ajusticiar al tirano Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1957, los integrantes del Ejecutivo Nacional del Directorio Revolucionario, y otros miembros de la Organización, se acuartelaron en el sótano de una casa de la calle 19 en el Vedado, pero en muy poco tiempo la permanencia en el lugar se hizo insostenible. El cerco se cerraba sobre ellos, golpe a golpe los cuerpos represivos del tirano Batista iban capturando los apartamentos que tenía el Directorio en reserva sin utilizar en el Vedado. Los allí escondidos apreciaban que el sótano de la calle 19 se convertía cada vez más en una sala de espera para condenados a muerte.

En Julio García Oliveras y Enrique Rodríguez-Loeches había recaído con mayor peso la delicada y arriesgada misión de transportar, esconder y abastecer a los sobrevivientes del 13 de Marzo. Entonces, ante el peligro de que los escondidos en la calle 19 fuesen descubiertos, debían sacarlos y reubicarlos hacia distintos lugares de la capital, pero ninguno quería vivir solo. La soledad era otro poderoso enemigo del perseguido.

Faure Chomón fue el primero en salir para casa de Nena Pérez en el Vedado y después para casa de Rodríguez-Loeches en Nicanor del Campo. Entonces para casa de Nena fueron Fructuoso Rodríguez y Tony Castell. A José Machado (Machadito) y a Juan Pedro Carbó los llevó Enrique para una casa de la calle Aramburu y desde allí García Oliveras los llevó para un apartamento en la calle General Lee en la Víbora. Después Tony y Fructuoso se trasladaron para un apartamento que tenía Tony en el Cerro y de allí fueron hacia el Vedado nuevamente, hasta que también se trasladaron ambos, el día 14 de abril, para la Víbora, Fructuoso en el apartamento de la calle General Lee y Tony alternaba su estancia allí con otro lugar de ese reparto.

El apartamento de la Víbora, hacia donde fueron a vivir Machadito, Carbó y Fructuoso, había sido alquilado por Mery Pumpido, quien en el Directorio era la persona que se encargaba casi siempre de buscar el escondite para los perseguidos de la Organización. El apartamento hacía esquina y era recién construido, apenas sin amueblar y carecía de luz eléctrica.

El 15 de abril en horas de la noche un carro patrullero daba vueltas repetidamente por la cuadra, Machadito, quien apenas dormía por las noches, se percató y despertó a los demás. Esa noche no hubo más incidentes. La noche del 16 de abril, ya de la madrugada, Machadito observó nuevamente el patrullaje de la perseguidora. “Estamos rodeados”, dijo a sus compañeros. “Tranquilos, a vestirnos”, le replicó Carbó. Se vistieron y salieron hacia la calle armados con sus pistolas, pues decidieron buscar un nuevo lugar donde esconderse, al considerar inminente el asalto de la policía al apartamento de la Víbora.

Salieron a pie en la madrugada del 17 de abril. Caminaron durante varios minutos por las solitarias y para ellos peligrosas calles de la Víbora hasta el paradero de la ruta de guaguas más cercana que los llevaría a un nuevo escondite. Machadito tenía la llave de una casa en el Vedado para caso de emergencia y hacia ese lugar dirigieron sus pasos. Pero el peregrinaje continuaba hasta que fueron a esconderse en el Colegio Farmacéutico en Malecón y San Nicolás. En dicho Colegio pensaban permanecer varios días, era la Semana Santa, no había trabajo y el Presidente había dado permiso al custodio para que no regresara al trabajo en varios días, pero un incidente interrumpió la intención de los tres revolucionarios en permanecer en el lugar. Una mañana llegó de improviso al Colegio un sobrino del Presidente y se encontró que lo encañonaban los allí escondidos con sus pistolas. Los revolucionarios lograron indagar quien era el visitante, pero decidieron buscar otro escondite. Era el 19 de abril de 1957.

Joe Westbrook después de salir del sótano de la calle 19 estuvo primero en Marianao y a veces se quedaba en casa de su novia en el Vedado, hasta que se escondiera en el apartamento 201 en la calle Humbolt # 7 en el Vedado. Fructuoso, Machadito y Carbó habían hecho contacto con Joe y hacia Humbolt 7 se dirigieron en horas de la noche del 19 de abril, pero al llegar a la calle Humbolt observaron que había una perseguidora aparcada frente al edificio. Decidieron no bajarse del auto, conducido por García Oliveras, y continuaron hacia el apartamento de Ricardo Bianchi, pero no pudieron instalarse y tuvieron que regresar al apartamento donde estaba Joe en Humbolt 7. Era temprano en la madrugada del 20 de abril.

Ese día, en horas de la mañana, llegó al apartamento de Humbolt 7 Marcos Armando Rodríguez (Marquitos), quien tenía relaciones de amistad con Joe. Juan Pedro se molestó al verlo allí y aunque sentía gran respeto y consideración por Joe, se expresó de manera despectiva sobre Marquitos. Joe se había vinculado con Marquitos a través de su novia, Disis Guira, una joven que mantenía estrecha amistad con varios compañeros que a su vez conocían a Marquitos. Marquitos no le respondió a Juan Pedro, pero luego, creyendo que Joe saldría del lugar, los delató a la policía batistiana. Así lo confesó antes de que lo fusilaran en marzo de 1964 cuando todo se descubrió por la indoblegable insistencia de Marta Jiménez, viuda de Fructuoso, reclamando justicia.

Para llevar a cabo la delación Marquitos telefoneó a la Quinta Estación de Policía y solicitó hablar con el coronel Esteban Ventura Novo y, por medio de esa conversación, concertó una entrevista con el asesino que se efectuó ese mismo día en un apartamento de la calle Carlos III. En esa entrevista Marquitos le informó a Ventura las personas que estaban escondidas en el La cacería se organizó en muy breve tiempo, pues los cuatro jóvenes habían sido delatados con lujo de detalles. Al atardecer del 20 de abril de 1957 Esteban Ventura Novo y un puñado de sus más selectos colaboradores, comenzaban a derribar con la culata de sus armas la puerta del apartamento 201 en Humbolt 7. Los revolucionarios conscientes que no podrían enfrentar con las armas disponibles, tres pistolas, a los esbirros y aun cuando tres de ellos estaban a medio vestir, se aprestaron a escapar vertiginosamente.

Joe Westbrook logró alcanzar el apartamento de los bajos y pidió a la señora que le abrió la puerta que le permitiese permanecer en el mismo y ella accedió. Joe serenamente se sentó en la sala y simuló estar de visita. Los segundos le parecerían horas, la señora estaba muy nerviosa. Al rato tocaron violentamente a la puerta, no había dudas que era la Policía. Joe se daría cuenta que estaba perdido, pero su recia personalidad de hombre viril hasta las últimas consecuencias le hizo no perder su instinto de caballero aun en los umbrales de la muerte y con palabras firmes y serenas tranquilizó a la señora y abrió la puerta. Ella suplicó a los esbirros que no le hiciesen daño, pero sus palabras se perdieron con el eco de la ráfaga de la ametralladora que lo desplomó sobre el piso del pasillo apenas traspasado la puerta, dejándolo sin vida. Su cara de jovencito quedó intacta. Sus ojos parecían dormir un profundo sueño más que reposar eternamente, cuando su cadáver se le veía a través del límpido cristal del féretro. El joven soñador al ser asesinado estaba desarmado y sólo había cumplido los 20 años.

Fructuoso, Carbó y Machadito, apenas vestidos, saltaron por el fondo del apartamento, hasta una casa en los bajos y se dispersaron hacía dos lugares distintos; por un lado tomó Carbó quien se dirigía velozmente al elevador cuando fue interceptado y ametrallado a boca de jarro de forma inmisericorde. Todo su rostro y cuerpo quedaron acribillados a balazos. Indudablemente lo habían reconocido y se ensañaron con inaudita brutalidad sobre el valiente gladiador que aun tenía frescas las dos heridas que recibiera durante los combates del asalto a Palacio.

Machadito y Fructuoso corrían desesperadamente en otra dirección por el pasillo y sin pensarlo mucho se lanzaron al vacío por una ventana cayendo en un pasadizo de la agencia de automóviles “Santé Motors Co” situada en el sótano del edificio, que era largo y estrecho. El golpe recibido al caer sobre el duro piso fue contundente y habían quedado atrapados dentro de un recinto cerrado por un grueso candado que impedía abrir la verja de acceso al pasadizo.

Al lugar acudieron trabajadores de la Santé, creyendo que el estruendo había sido provocado por algún accidente sufrido por compañeros suyos que se hallaban arreglando una antena de televisión. Fructuoso a causa del trauma sufrido al caer de tan gran altura, quedó inconsciente en el suelo. Machadito por su parte hacía esfuerzos supremos por levantarse, pero tenía los dos tobillos fracturados. Uno de los empleados de la Santé trataba de ayudarlos y fue en pos de la llave para abrir el grueso candado de la verja. No tuvo tiempo de cumplir su generoso empeño.

En ese instante ya uno de los secuaces de Ventura situaba la boca de su ametralladora sobre los barrotes de la verja y afinaba su puntería hacía los dos hombres indefensos, pues al caer habían perdido sus pistolas y Machadito el único consciente no podía defenderse. Comenzaba el macabro asesinato de los dos revolucionarios que eran fusilados a corta distancia por los certeros disparos del arma apoyada. El esbirro disparó aún a sabiendas de que el que estaba consciente no portaba arma alguna en sus manos. A éste se unieron otros asesinos que rompieron a martillazos el candado que cerraba la verja y una vez traspasada ésta, remataron con certeros balazos los inanimados cuerpos del Secretario General del Directorio Revolucionario 13 de Marzo Fructuoso Rodríguez Pérez y el del destacado héroe del asalto a Palacio, José Machado (Machadito). Así fue consumado el 20 de abril de 1957 el crimen de Humbolt 7.

Pero el ensañamiento criminal no terminó con el asesinato de los cuatro jóvenes. Los esbirros querían dejar marcadas evidencias de su desprecio por la vida de un revolucionario. Varios de ellos, al son de las eufóricas expresiones de victoria de Ventura Novo, en su ir y venir de un lado a otro de la cuadra, arrastraron los cadáveres desde los distintos lugares donde fueron baleados tirándoles de los pelos hasta depositarlos en la acera. Segundos más tarde los tomaban de nuevo por los pelos y los arrastraron hasta la esquina, dejando una estela de aquella generosa sangre en escaleras y aceras. Los hombres de Ventura, sin el menor pudor, lo hicieron a la vista de los vecinos asomados a los balcones de los edificios colindantes, que consternados pedían clemencia o daban airados gritos de indignación, hasta que los esbirros, como respuesta, dispararon varias ráfagas de ametralladoras con el fin de amedrentarlos.

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